28.5.12

Cómo habla el cuerpo


Por Ramón Maceiras López
Todas las funciones de lo no verbal se expresan corporalmente. Ekman y Friesen han clasificado el lenguaje corporal. Según estos investigadores el cuerpo habla a través de emblemas, ilustradores, muestras de afecto, reguladores y adaptadores.

Los emblemas son actos no verbales que admiten una traducción oral directa de una o dos palabras o una frase. Es el caso de los gestos que se usan para representar la PAZ en muchos países occidentales. Existen muchos otros emblemas en nuestra cultura para representar el suicidio (tirar de una cuerda imaginaria detrás del cuello, en el caso del ahorcamiento; colocar el dedo índice en la sien, en el caso del disparo, llevarse el puño al corazón, en el caso del apuñalamiento, etc). Comer y dormir tienen también sus emblemas.

Los emblemas se producen generalmente con las manos, pero también también con otras partes del cuerpo. Fruncir el ceño puede expresar molestia o que algo huele mal. Los emblemas tienden a usarse más cuando los canales verbales están bloqueados o no pueden usarse. Los emblemas comunican intencionalmente y tienden a ser convencionales en su interpretación. Sin embargo, el comportamiento general y el contexto pueden hacer variar su significado, según las señales complementarias que se emitan.

Los ilustradores son actos no verbales directamente relacionados con el habla, la acompañan, e ilustran lo que se dice verbalmente. Pueden actuar o enfatizar una palabra o una frase, pintar una línea de pensamiento, señalar objetos o personas, describir relaciones espaciales o el ritmo de un acontecimiento. Ekman y Friesen señalan que los ilustradores entran en el campo de lo consciente pero no son tan intencionales como los emblemas. Los ilustradores aparecen mucho en situaciones de excitación o entusiasmo y en situaciones difíciles de comunicación.

Las muestras de afecto son configuraciones faciales que expresan estados afectivos. El rostro es el principal espejo de los afectos, pero también las posturas corporales pueden leerse como juicio general sobre los afectos. Las muestras de afecto pueden repetir, acentuar, contradecir o no guardar relación con lo dicho verbalmente. Las expresiones de afecto no intentan comunicar generalmente y suelen ser espontáneas, pero en ocasiones pueden tener una intencionalidad.

Los reguladores son actos no verbales que mantienen y regulan el acto de comunicación. Los reguladores le indican al hablante que continúe, repita, se extienda, se apresure, haga más o menos largo su discurso, conceda la palabra, etc. Todas estas cosas tendemos a comunicarlas mediante actos no verbales. Los movimientos de cabeza y la mirada son los reguladores más frecuentes. Los reguladores se encuentran en el límite de lo consciente y lo inconsciente y son difíciles de inhibir. Son cuasi involuntarios y aprendidos, pero somos muy concientes de ellos cuando los producen otros.

Los adaptadores provienen más del inconsciente y se piensa que se desarrollan en la niñez como esfuerzos de adaptación para satisfacer necesidades, cumplir acciones, dominar emociones, desarrollar contactos sociales u otras funciones. Ekman y Friesen identificaron tres tipos de adaptadores: autodirigidos, dirigidos a objetos y heterodirigidos.

Los autoadaptadores se refieren al uso del propio cuerpo como cogerse las manos, la muñeca, abrazarse, apretarse, rascarse o pellizcarse a sí mismos. Los autoadaptadores aumentan su frecuencia de uso a medida que aumenta la angustia o la incomodidad de una persona. Ekman y sus colaboradores han descubierto, por ejemplo, que el “acto de cubrirse los ojos” está asociado a la vergüenza o la culpa y que el acto de “rascar-escarbar” se asocia con hostilidad, autoagresión o agresión a otro desplazada a sí mismo.

Los heteroadaptadores se aprenden con las primeras experiencias de relaciones interpersonales. Por ejemplo, establecer proximidad o alejamiento, atacar o proteger, dar a otro y tomar de otro, etc. Los movimientos de las piernas pueden ser adaptadores que muestran residuos de una agresión a patadas, una invitación sexual o una fuga. Ekman cree que muchos de los constantes movimientos de manos y pies que se han considerado como indicadores típicos de angustia pueden ser restos de adaptadores necesarios para escapar de la interacción.

Los adaptadores dirigidos a objetos implican la manipulación de objetos y pueden derivar del cumplimiento de alguna tarea instrumental, como fumar, escribir con un bolígrafo, etc. Las conductas de adaptación non son conscientes, aún cuando puede haber más consciencia en la adaptación con objetos.

Las conductas de adaptación se manifiestan más frecuentemente cuando el individuo está sólo o cree que no es observado. Cuando alguien está sólo se puede hurgar la nariz abiertamente, mientras que cuando está en medio de un grupo se limitará a tocarse la nariz y frotársela por casualidad. Los adaptadores no están destinados a ser usados en la comunicación pero, como todo hábito, pueden verse arrastrados por la conducta verbal en situaciones que guarden relación con las condiciones que existían en el momento en que el hábito de adaptación se desarrolló. El que aprendió a frotarse los brazos la primera vez que tuvo que hablar en público puede activar el comportamiento automáticamente cada vez que se reproduzca la situación, escuche palabras relacionadas con la situación o vea a otros en la misma situación.

Todos estos actos corporales son verificables y de su captación o no depende el éxito del acto de calibración. A estas alturas podemos concluir que el comportamiento verbal y el no verbal actúan siempre juntos. No podemos evitar reaccionar con el cuerpo, la mente y el lenguaje. Ni nosotros, ni nuestro auditorio. De tal forma que la comunicación no verbal no puede estudiarse ni explicarse al margen del proceso global de comunicación. 

No hay comentarios: