22.5.12

Las funciones del lenguaje corporal


Por Ramón Maceiras López
Para aprender a calibrar es necesario conocer el lenguaje corporal. Para saber qué señales hay que saber leer en el cuerpo del auditorio, echamos mano de la cinésica. En la comunicación más cercana, hay que prestar atención a los microcomportamientos del interlocutor, sólo percibidos en las distancias cortas.

El comportamiento cinésico trata del movimiento del cuerpo. Así comprende los gestos, los movimientos de las extremidades superiores e inferiores, las manos, la cabeza, las piernas y los pies, las expresiones del rostro, el comportamiento de los ojos y la postura corporal.

Ya sabemos que el movimiento del cuerpo puede enviar mensajes acerca de las emociones o indicarnos aspectos cruciales de la personalidad, actitudes y hasta de las creencias y valores de una persona. El cuerpo comunica y expresa. De ahí su importancia en la comunicación en general y, particularmente, en la comunicación persuasiva. Con las miradas, posturas y gestos decimos a veces mucho más de nosotros mismos que con un discurso. Eso es válido para las personas como para los grupos de personas. Un auditorio también habla como un todo para quien sepa ver, oír y sentir el movimiento de ese cuerpo colectivo.

En las situaciones de persuasión colectiva es recomendable que el orador llegue al escenario físico con antelación y tome un primer pulso del auditorio ¿Qué dicen las caras, hay tensión o no, hay grupos divididos o no, como nos miran, cómo se colocan los grupos en el espacio disponible, es cómodo ese espacio, hace frío o calor? ¿Vienen de trabajar o de un día de descanso? Una interpretación correcta de esos datos nos dará una primera información sobre el humor del auditorio que puede llegar incluso a obligarnos a variar el arranque de nuestro discurso. Esa primera aproximación nos permitirá elaborar un mapa aproximado del humor del auditorio.

El lenguaje corporal puede ser intencional o no. Puede ser consciente o inconsciente.

A través del cuerpo expresamos emociones; transmitimos actitudes de gusto o disgusto, de dominación o sumisión, de interés o desinterés, de adhesión o rechazo; presentamos nuestra personalidad; y acompañamos el habla para regular la comunicación.

A través del comportamiento no verbal podemos repetir, contradecir, sustituir, complementar, acentuar o regular el comportamiento verbal.

La repetición se efectúa cuando el cuerpo reproduce gestualmente el mensaje verbal. Si decimos no y movemos la cabeza de derecha a izquierda o indicamos una dirección y al mismo tiempo apuntamos con el brazo la trayectoria a seguir, esto es una repetición.

La contradicción aparece cuando el lenguaje no verbal contradice el mensaje verbal. La expresión popular “lo dijo con la boca pequeña” expresa contundentemente esta contradicción. En este caso, la boca dice algo, pero el tono de la voz y la mueca facial expresan todo lo contrario.

A lo largo de nuestra vida todos desarrollamos un conocimiento intuitivo sobre la contradicción entre la banda verbal y no verbal. Y es la experiencia práctica, corroborada por los estudios experimentales, la que nos dice que cuando recibimos mensajes contradictorios entre las bandas, lo más prudente es fiarnos mucho más del mensaje no verbal.

Como ha confirmado la Neurociencia, las señales no verbales tienden a ser más espontáneas, menos disimulables y menos susceptibles de ser manipuladas. Incluso cuando nos enfrentamos ante dos señales no verbales contradictorias, lo más cauteloso es confiar en aquella que es menos disimulable o más difícil de fingir. Si a usted le dan un apretón de manos con una sonrisa de catálogo y a continuación aparece un rictus de desaprobación en la cara de su “entusiasta” saludador, le recomendamos que se fíe mucho más de esta última señal.

La función de complementaridad de la conducta no verbal tiende a matizar la conducta verbal. Es como un segundo mensaje, esta vez no contradictorio, que expresa actitudes e intenciones de una persona respecto a otra. Ocurre cuando usted da, por ejemplo, una mala noticia y al mismo tiempo matiza el impacto de la misma con una señal de aprecio o compensación. O cuando, recriminando a su hijo o hija le dice “esta vez te la paso, pero…”, mientras mueve el dedo con tono admonitorio. Le está advirtiendo que “la próxima vez puede ser diferente”. En estos casos no hay contradicción, sino un mensaje que complementa y matiza el contenido verbal inicial.

El lenguaje no verbal sirve también para acentuar el mensaje verbal. Se pone énfasis principalmente con movimientos de la cabeza y/o las manos en alguna parte concreta del mensaje verbal. Las emociones se exhiben principalmente en el rostro, pero la excitación se expresa mucho más en todo el conjunto del cuerpo. Todos hemos sido testigos o protagonistas de cómo todo el cuerpo de una persona encolerizada se pone en movimiento. O de cómo un no rotundo se puede acentuar con un golpe en la mesa.

Por último, la conducta no verbal puede ejercer una función reguladora del flujo de comunicación. Cuando queremos indicar que hemos finalizado de hablar podemos utilizar la mirada y un movimiento de cabeza para darle el turno a otra persona. Hay distintos signos no verbales para indicar que no queremos hablar. Si queremos tomar la palabra, levantamos el brazo o inspiramos fuertemente para expresar nuestra disposición a comenzar a hablar. Los inicios o finales de conversación son elementos de regulación del flujo comunicacional. Al saludar, una mirada franca y una sonrisa pueden indicar que hay disposición al diálogo. Una actitud más reticente puede indicar lo contrario. Cuando nos dan la espalda en una conversación en grupo nos están enviando mensajes de rechazo, o de cierre al diálogo, o de desinterés, etc. Muchos comportamientos corporales de regulación de los otros nos llevan a elaborar juicios sobre ellos, tales como: “ hablar con fulano es como conversar con una tapia”. Los monopolizadores de la palabra regulan de tal manera que impiden que otra persona entre el diálogo.

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